La información es de la Dirección de Estadísticas de la Universidad Nacional de Cuyo. De cada 10 alumnos que ingresan, siete no egresan de esa casa de estudios. Es un dato más en la marea de información sobre lo que pasa en las facultades nacionales y alimenta el debate en carne viva que sumió al país esta semana que pasó. También demuestra que en Mendoza los números son mejores que a nivel nacional.

Son 32 de cada 100. Esa es la cifra concreta que manejan en el Rectorado. Los otros 68 atraviesan esos pasillos por algunos meses o años, pero no salen jamás con diploma en la mano. La discusión en torno a los fondos educativos que propuso el presidente Javier Milei, y sobre el que buena parte del país se interesó, apunta entre otras cosas a revisar justamente detalles como ese, porque existe la fuerte postura de que la cantidad de egresos es una de las mejores formas de medir el éxito del sistema. Si es así, el mecanismo está aplazado en Mendoza y el resto de la Argentina: se saca un tres.

En la UBA el número es similar, aunque un poco más bajo -o sea, peor-. A nivel país se cree que esos 32 de cada 100 que muestra la provincia descienden bastante y quedan en aproximadamente 26. Significa que casi el 80% no logra el objetivo que se había propuesto cuando puso un pie en la educación pública.

“Aunque son mejores que en otras casas de estudio, estos son indicadores que tenemos que trabajar, sin dudas”, explican en la universidad local. De todos modos, aclaran que están llevando adelante un proyecto para dar vuelta esa problemática a través de un análisis cualitativo sobre las carreras, sobre la forma en que se imparten los conocimientos y, entre otras cosas, el tiempo que les lleva a los estudiantes terminar de rendir y cursar.

“En la duración de las carreras está una de las grandes claves de esto”, pronuncian desde las oficinas que quedan cerca de la rectora María Esther Sánchez.

La realidad del país marca que, a más cantidad de años, más difícil es sostener una cursada que dura entre un lustro y una década, o incluso más, como suele pasar en las unidades académicas de todas las provincias. Desde hace tiempo que conclusiones como esa alientan a que se acorten los plazos. Iniciativa en la que muchas universidades privadas le llevan la delantera al mecanismo del Estado.

El plan para aumentar la cantidad de egresos también se centra en otros puntos, más allá del tiempo. Afirman que desde hace años trabajan en una propuesta que se basa en el estudiante, en los saberes que requiere su formación, sus necesidades y en cómo se insertan luego en el mundo del trabajo.

“Lo que hacemos es mejorar prácticas áulicas en tiempo real, teniendo en cuenta también los plazos que ellos le dedican al estudio”, completaron, aunque marcaron que los resultados no se verán necesariamente a corto plazo.

El debate por los egresos

La problemática sobre la cantidad de egresados ha empeorado. Si bien son cada vez más los estudiantes en las universidades públicas del país (entre otras cosas por cambios en el ingreso y porque se han creado nuevas casas), el porcentaje de salida en relación con esa cantidad de alumnos va hacia abajo en lugar de mantenerse o de mejorar. Mientras todas las cantidades suben, el número de “gorritas que vuelan hacia arriba” también lo hace, pero en una proporción que, comparada con años anteriores, da negativo.

Según un informe de la Secretaría de Políticas Universitarias, en 2021 las facultades argentinas llegaron a tener 2.5 millones de personas intentando recibirse. Número que, por la progresión que venía teniendo el sistema, seguramente haya aumentado en los años que siguieron a la muestra. En el decenio 2012-2021, se incrementó en 700 mil la cantidad de estudiantes.

Ahí es donde aparece el número negativo: la cantidad de diplomados oscila entre el 6% y el 6.7% del total de estudiantes a lo largo de ese plazo (debe tenerse en cuenta que el número parece excesivamente bajo, pero es porque el total toma a todos los estudiantes; incluyendo de primero y segundo año, cuando es imposible recibirse). Sobre el final de la lista, el nivel de egresados -en relación con la totalidad de los que buscan hacerlo- cae a 5.70%.

A diferencia de esa cantidad, que decrece en al menos un punto porcentual en apenas cinco años, el número de alumnos creció 30% y el de inscriptos por año también subió e incluso más: 55%. Las cifras tomaron tanto a casas de estudio públicas como privadas, pero el detalle marca que, en estas últimas, la cantidad de egresados fue menor que en el sistema estatal. Las dificultades para pagar las cuotas pueden ser uno de los elementos que terciaran para obtener esos resultados.

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