Hugo Lescano, el prestigioso especialista que fue perito en el caso de María Marta García Belsunce, en una entrevista a Revista Gente, observó a los jóvenes procesados, y confío qué transmiten sus posturas, gestos y expresiones, y aseguró que ya hay un claro indicador que demuestra que el grupo comenzó a resquebrajarse.
Lescano estará próximamente en Mendoza para dar un curso sobre comunicación no verbal, con cupos limitados para esta especialidad de la ciencia.
El director del Laboratorio de Investigación en Comunicación No Verbal que durante doce años fuera negociador en situaciones de conflicto carcelario en las cárceles más peligrosas de Buenos Aires (sitio en el que pudo investigar cómo es el comportamiento humano en procesos judiciales y situaciones de encierro) y que mediáticamente es conocido como “el detector humano de mentiras”, a pedido de GENTE, analizó el lenguaje no verbal de los ocho rugbiers que se encuentran imputados por el crimen de Fernando Báez Sosa.
–¿Qué tan relevante es la comunicación no verbal en un caso judicial?
–En un caso judicial la comunicación no verbal es extremadamente relevante porque no sólo sirve para identificar mentiras y verdades en testigos e imputados en el proceso, sino que también nos permite identificar las emociones de las personas que están participando del proceso judicial incluidos los fiscales, los abogados, el mismo tribunal… conocer un poco más el aspecto humano de las personas que están involucradas en un proceso de estas características.
–En el caso del juicio de Fernando Baéz Sosa, ¿qué significa para usted que los rugbiers hayan dejado de utilizar tapabocas?
–En el caso de los tapabocas, más allá del impacto en la opinión pública, hay que tener en cuenta algunos detalles: el primero a considerar es que en la fotografía en la que aparecen todos con tapabocas, también la policía tenía tapabocas, por lo cual no estoy tan seguro de que pudiera tratarse de una estrategia judicial. Más bien yo lo relacionaría con las poblaciones carcelarias en las que generalmente se tiene cierta sospecha de que haya algún virus o enfermedad que podría contagiar. Por lo cual, la recomendación de utilizar los barbijos podría venir por ahí. Lógicamente que después el abogado de la familia Báez Sosa, Fernando Burlando, hizo pedidos expresos para responder a la expectativa social y judicial de que se le vean las caras a los jóvenes imputados. Es que la sociedad entera quería ver a los jóvenes imputados compungidos, con cara de arrepentimiento, entristecidos, llorando, quebrantados emocionalmente… y a priori eso no ocurrió.
–Leyendo sus expresiones, ¿qué descubrió en cada uno de ellos?
–Los ojos entornados de Lucas Pertossi, en un contexto de encrucijada como este, refieren al abatimiento, a la resignación. Esa es su emoción preponderante. A su lado aparecía Matías Benicelli con los párpados elevados, no las cejas, en una expresión que refiere al miedo. Fue casi el único de los jóvenes que escuchó atentamente la acusación con miedo. El tercero de izquierda a derecha, Blas Cinalli, tenía la mirada penetrante y las cejas hacia abajo reflejando ira, al tiempo que levantaba el mentón en un código de desafío. Es la mirada que poseía Diego Armando Maradona cuando entraba a la cancha, pero que en un proceso judicial, y en un contexto de culpabilidad, no es un código recomendable para utilizar. Eso generó mucha indignación en muchas personas.
Los ojos entornados de Lucas Pertossi, en un contexto de encrucijada como este, refieren al abatimiento, a la resignación
–¿Hubo nuevos descubrimientos gestuales a partir del retiro del tapabocas?
–Sí. Me resultó muy llamativo que los labios de los jóvenes se encuentren cerrados, sellados. Algo que aunque parezca un dato menor no lo es, porque cuando hablamos con otra persona, solemos dejar un pequeño espacio entre los labios. Es un gesto de reconocimiento que hacemos cuando estamos abiertos a la comunicación con el otro interlocutor. Los labios cerrados no sólo implican que durante mucho tiempo hubo un pacto de silencio, sino que dejan en evidencia que los jóvenes no tienen expectativas favorables sobre lo que va a ocurrir. Sucede que los mamíferos, entre ellos los humanos, que dejamos la boca levemente abierta cuando tenemos una expectativa sobre lo que va a ocurrir. Eso se puede apreciar en los jugadores de la selección, que antes de cantar el himno tienen los labios sensiblemente abiertos porque están listos para el partido que se avecina. Pero acá ocurre lo contrario: al sacarse el barbijo, con sus labios cerrados, los imputados demostraron que no tienen expectativas.
–Sus vestimentas y los colores que utilizan para atender a los testimonios, ¿son relevantes?
–La vestimenta siempre es relevante porque refiere a lo que en comunicación no verbal llamados el canal diacrítico de la comunicación. Es ni más ni menos que todo lo simbólico: si usamos relojes, accesorios, la forma en que nos peinamos, incluso los colores que seleccionamos para vestirnos, etc. Obviamente que analizamos esto en su contexto. En este caso, se trata de jóvenes cuyas edades oscilan entre los 20 y los 23 años, y no es común que los jóvenes tengan ropa negra o formal en su vestuario. Y en el caso de estos jóvenes que pertenecen al círculo de un deporte determinado como es el rugby, hay muchas chombas, que es la prenda que se estila en esos grupos sociales. Por esa razón, tanto los colores como la ropa están más referidos a su condición y a su entorno o clase social que al hecho de que ellos hayan seleccionado de manera específica qué iban a ponerse para el juicio.
Blas Cinalli tenía una mirada penetrante y las cejas hacia abajo reflejando ira, al tiempo que levantaba el mentón en un código de desafío. Es la mirada que poseía Diego Armando Maradona cuando entraba a la cancha, pero que, en un proceso judicial y en un contexto de culpabilidad, no es un código recomendable para utilizar
–¿Qué hay de sus posturas y de la gestualidad de sus manos?
–Las manos hablan permanentemente acerca de nuestros estados anímicos, y casi todos ellos han colocado las manos tapando los genitales, lo cual es una postura netamente defensiva. Es la misma postura que utilizan los jugadores de fútbol ante un tiro libre para protegerse de un pelotazo. Sucede que de manera inconsciente solemos proteger nuestros genitales cuando nos encontramos antes una situación amenazante. Además, dos jóvenes de la primera fila, colocaron sus manos en posición de ruego, como si estuvieran rezando. Ese es un gesto emblemático que solemos hacer cuando estamos pidiendo por favor salir de la situación en la que estamos.
–¿Es verdad que los cuerpos no saben mentir?
–Así es: nuestros cuerpos no saben mentir. Si estos jóvenes imputados hubiesen sido entrenados para moverse de una u otra manera, eso sólo les serviría por escasos dos o tres minutos. Nadie puede simular por más tiempo porque nuestro cerebro manda indicadores de las emociones reales que tenemos. ¿Por qué sucede eso? Hay una explicación netamente fisiológica, física si se quiere, que está relacionada con la tensión y el estrés que nos produce mentir por el temor a ser descubiertos. Es tan grande la tensión que acumulamos cuando nos movemos de una manera que no es genuina, que si esa tensión se acumulará permanentemente y pudiésemos mentir siempre con eficacia, cada dos meses tendríamos un ACV, un accidente cerebro vascular. Para que eso no ocurra, el cerebro realiza fugas: pequeñas filtraciones de gestos, de movimientos corporales y de micro expresiones que liberan la tensión que nos produce la simulación. Por eso decimos que nuestro cuerpo no sabe mentir. No existen buenos mentirosos, existen malos observadores.
–Al ver sus imágenes, ¿qué es lo que más le llama la atención de este grupo de jóvenes? ¿Dónde siente que debería ponerse el foco?
–Creo que el foco debería estar en ese espíritu de equipo que ellos han desarrollado trabajando desde lo deportivo, luego poniéndose de acuerdo de manera homogénea en un crimen como este, y ahora sosteniendo esa cohesión grupal en un proceso judicial. Eso de tener pegados los cuerpos, de tocarse los brazos unos con otros, de mantener esa distancia tan cercana, nos habla de que todavía en estos primeros días del juicio ellos se sienten un equipo. Sin embargo tenemos el primer indicador de que ese equipo comienza a resquebrajarse. El primero de la derecha, Lucas Pertossi, adelantó sus brazos para no tocar los de su compañero. Eso lo hacemos de manera inconsciente. Nuestro cerebro no nos deja elegir de manera racional las afinidades afectivas. Nuestras emociones nos ganan de mano y es por eso que tratamos de despegarnos, de no hacer contacto físico con aquellas personas con las que ya no nos sentimos a gusto. Y aquí comienza el primer indicador: un joven que no quiere que su brazo toque el brazo de su compañero. Esto sucede porque comienzan a haber quiebres dentro del grupo de imputados, lo cual es algo que suele ocurrir en los procesos judiciales de estas características. Y, en lo personal, creo que a medida que nos aproximemos al final de este proceso, cuando se empiecen a dar cuenta que algunos van a tener una pena diferente que otros, el grado de quiebre y de desencuentros va a ser mucho mayor y se va a ver reflejado en las distancias corporales.
Revista Gente