No cualquiera transita por las angostas calles adoquinadas y de tierra del asentamiento Urundel de Godoy Cruz. Hay que conocer el terreno para moverse sin sentirse observado o con preocupación. La sensación de inseguridad está presente en cada paso. La experiencia puede generar temor durante las noches, donde grupos juveniles comercializan estupefacientes en pequeñas cantidades. Ubicado hacia este del barrio La Estanzuela (cruzando el Corredor del Oeste), presenta la particularidad de que muchas de sus casas fueron levantadas sobre un cerro. La Policía sólo ingresa si es numerosa la cantidad de efectivos.
El domingo durante la madrugada, este complejo llamado la “minia favela” por los mismos vecinos de la zona, fue escenario de un doble asesinato. Dos amigos de 19 años y 26 años fueron acribillados a balazos mientras dormían en una pequeña habitación de 3×2. Se trató de un acto de venganza. Esa pieza era alquilada por un hombre que ganaba algunos pesos con los muchachos que iban a pernoctar allí. El consumo de sustancias ilegales era una cuestión habitual en el lugar.
Las víctimas fueron Patricio Hamil Moreno Jofré y Facundo Ariel Gélvez Carrasco. Las ejecutaron con una pistola calibre 9 milímetros, el arma preferida de los narcos. No hubo tiempo de reacción: los dos amigos quedaron muertos debajo de las frazadas que utilizaban para calentarse durante las noches. Moreno recibió cinco plomos y Gélvez nueve en tórax y piernas. Los disparos fueron a corta distancia.
En un principio, los investigadores policiales y judiciales entendieron que los homicidas fueron dos. Sin embargo, luego del análisis realizado a las vainas servidas en Balística, concluyeron que todas las levantadas y preservadas fueron disparadas por la misma arma.
La escena del crimen, el domingo después de las 14.
Más allá de esto, no está claro si Moreno y Jofré eran las personas que iban a buscar. Una hipótesis del expediente que lidera la fiscal de Homicidios Claudia Ríos, calificado como homicidio agravado por el uso de arma de fuego y alevosía –por el estado de indefensión de las víctimas– sostiene que los sicarios se confundieron de personas. En esa propiedad –obtuvieron por testigos del caso– sabían pasar algunos días dos hermanos con base en barrios de la zona y es posible que se hayan equivocado de blanco.
Pero otra teoría sostiene totalmente lo contrario. Por fuentes que hablaron con El Sol, podrían estar implicados dos malvivientes implicados en el mundo narco que contaban con las víctimas para su comercialización. Si bien pidieron reserva de sus identidades, señalaron que uno de ellos sabe movilizarse por el sector con un Ford K negro o un VW Crossfox verde.
Por lo bajo, hablan de que las víctimas consumieron esa droga que tenían que vender y no rindieron el dinero a sus dueños. Cuando estos fueron a cobrar la mercadería, no hubo respuestas en billetes como habían pactado previamente. Aseguran que el sábado por la noche hubo un encuentro con discusión y amenazas y luego un par de sujetos se retiraron prometiendo encontrarlos. Minutos después de las 3, Moreno y Jofré fueron asesinados. “Alguien los entregó”, aportó otro informante a este diario.
La raíz de la teoría
A los pocos minutos de iniciados los trabajos en la escena del doble crimen, comenzó a instalarse la hipótesis de un ajuste por tema de drogas. El padre de Patricio, Pablo Cristian Moreno, llegó a la escena y presentó una crisis nerviosa. A los pocos minutos, fue contenido por el personal policial y judicial y comenzó a contar lo que sabía sobre los últimos días de su hijo. El hombre pasa sus días condenado por tenencia y comercialización de drogas.
Le iniciaron causas en el 2015 y en el 2019 y terminó condenado a 4 años y diez meses de encierro. Se encontraba en plena salida transitoria cuando mataron al joven y debía volver al penal a las 21. “Su hijo (Patricio), desde chico, vivió en un mundo de venta y consumo de sustancias prohibidas”, contó un vecino de la zona luego del crimen.
Justamente, la primera de las causas que le iniciaron a su padre fue luego de un llamado al Fonodrogas que alertaba a la policía sobre “comercio de droga a toda hora” en un domicilio del barrio La Esperanza de Godoy Cruz. Hubo vigilancias y allanamiento. Le dictaron el procesamiento sin prisión preventiva y quedó en libertad.
Mientras tenía esa causa abierta, el 12 de enero del 2019 volvieron a allanarlo en un domicilio de la manzana B del barrio Parque Oeste de Godoy Cruz. Días anteriores, el mismo servicio del Ministerio de Seguridad volvió a recibir un llamado por venta de estupefacientes en una vivienda. “Una mujer y su hijo venden drogas”, señalaron desde el otro lado del teléfono.
La policía comenzó a investigar y se realizaron vigilancias cerca del domicilio. Observaron a los moradores ejecutando los típicos pases de mano de dinero y drogas y solicitó un allanamiento.
El resultado fue positivo: encontraron en la casa donde vivía Patricio cocaína (22 dosis) y un envoltorio mayor negro con 28,2 gramos de esa droga. Además, secuestraron una pistola con 17 proyectiles, una balanza digital en funcionamiento, 6.535 pesos, teléfonos celulares, un molino y dos plantas de cannabis.
Quienes conocían a este joven, señalaron que tenía problemas de adicción. Y lo relacionaron directamente con el entorno familiar. Por eso no descartan la teoría de que pudo haber tenido problemas con un par de dealers que repartían dosis para su comercialización en el barrio Urundel o que sea un mensaje para su padre.
Debido a esto, se mencionó a la banda de un reconocido barrabrava con pasado en la Lepra (Independiente Rivadavia) y base en el barrio Bicentenario con presunta participación en el hecho.
Diario UNO