Lo conocen como Chino o Chinito y está en la orden del día. Se mueve principalmente por la zona del barrio 8 de Abril de Las Heras y otros del oeste de Capital. Efectivos de la División Homicidios de Investigaciones, por pedido de la fiscal Andrea Lazo, lo buscan desde hace varios días. Su identidad se reserva porque no está imputado pero debe que responder por dos asesinatos con armas de fuego. Es considerado un joven agresivo. Tiene 24 años, pasado carcelario y “no duda en accionar el arma que lo acompaña, una pistola calibre 9 milímetros”, detallaron fuentes del caso.
El primer hecho de sangre que lo tiene como uno de los sospechosos ocurrió el domingo 18 de diciembre en el barrio San Martín de Capital. La víctima fue Santiago Manuel Robledo Ibaceta, conocido como el Ñoqui. Le dispararon a corta distancia desde una moto negra a metros de su casa y se constató el deceso en un hospital. Robledo estuvo en la penitenciaría hasta noviembre y fue prácticamente ejecutado cerca de su esposa. La mujer y otros testigos marcaron a los sujetos que circulaban en el rodado, marca Rouser, con otro personaje que lo acompañaba.
El otro caso es más reciente. Sucedió durante la siesta del jueves 25 de mayo. Brian Ortubia, un joven de 22 años que también estuvo en prisión hace poco tiempo y llevaba dos días trabajando como albañil para sostener el futuro nacimiento de una hija, terminó acribillado con siete balazos en una casa ajena a la suya en el barrio 12 de Mayo, muy cercano al 8 de Abril.
Una cámara de seguridad captó la huida del autor del hecho con la pistola negra en su mano derecha. Y los testigos lo señalaron porque se trata del joven que genera terror en la zona: no dudaron en marcar al Chinito.
Las hipótesis sobre los hechos son varias. Peleas callejeras, broncas que vienen desde la cárcel y hasta el comercio de drogas forman un combo explosivo en cada una de las instrucciones. En las barriadas hablan de venganza y creen que pueden presentarse más tiroteos. Los vecinos se muestran cansados porque están prácticamente silenciados. “Si hablamos, nos amenazan con armas de fuego”, sostienen.
De ser atrapado, el Chinito será acusado por homicidio agravado por el uso de arma de fuego –en dos hechos– y no se descartan otras imputaciones por otras balaceras que terminaron con heridos. También pasará al penal.
Sorpresivo
El día que mataron al Ñoqui Robledo hubo un tiroteo previo en el barrio Aeroparque de Las Heras. La víctima fue Lucas Celán, de 18 años. Recibió seis balazos cuando se encontraba a metros de su casa de la manzana 27. Los proyectiles los recibió en el tórax y glúteos y salvó su vida de milagro.
Los testigos y la víctima contaron que los autores se movilizaban en una moto Rouser negra. En ese primer hecho fue marcado el Chinito y personal policial trasladó a Celán hasta el Hospital Lagomaggiore, donde quedó internado con pronóstico reservado.
Ese mismo domingo 18 de diciembre por la noche, a las 23.50, hubo otro ataque con los mismos agresores como protagonistas: los sujetos que se movilizaban en la Rouser llegaron hasta el barrio San Martín –colindante al Aeroparque–y le dispararon a Santiago Robledo.
El objetivo era terminar con su vida. Y lo consiguieron a pesar del esfuerzo de testigos que lo transportaron hasta el mismo nosocomio en una moto. En la guardia constataron el deceso y los policías que trabajaban la primera novedad supieron que al Ñoqui Robledo le habían disparado en la manzana F del barrio San Martín y que los autores se movilizaban en una moto Rouser oscura.
Plena siesta
Los meses pasaron y el Chinito quedó con pedido de captura por ese hecho. La fiscal solicitó recompensa para aquellas personas que puedan aportar sobre su paradero y el Ministerio de Seguridad iba a ser público el ofrecimiento en los próximos días.
El feriado pasado volvió a entrar en escena el mismo sospechoso, cuando el 911 recibió un llamado alertando sobre un joven asesinado en el barrio 12 de Mayo de Las Heras. La víctima fue Brian Ortubia, de 22 años. El joven fue ejecutado con una pistola calibre 9 milímetros. Las vainas quedaron en la escena, un domicilio de la manzana A.
Por información a la que accedió El Sol, Ortubia habría mantenido un conflicto con un hermano más chico del Chinito y este decidió vengarse. Al parecer, se conocían de las barriadas que frecuentaban y por su pasado carcelario.
El Chinito habría encontrado a Ortubia en el citado barrio y comenzó a perseguirlo por las calles. El joven se metió en una casa ajena creyendo que era su salvación, pero al homicida nada le importó. Ingresó y disparó sin piedad por la espalda mientras rogaba para que no lo mataran. Así lo describió una testigo.
Mientras huía de la escena, el homicida le gritó a la mujer que se encontraba en la vivienda: “Ahora, llamá a la gorra”, haciendo referencia a la policía y evidenciando impunidad total sobre su accionar. Una cámara de un centro cultural del barrio captó cómo escapaba caminando con una pistola en su mano.
El caso provocó una fuerte reacción vecinal y la familia del joven asesinado iba a reclamar esclarecimiento del hecho a través de una marcha.
Ortubia era el mayor de 10 hermanos. Su padre falleció hace tres años y era el sostén de la casa, describieron desde su entorno. Salió de prisión hace cuatro meses y consiguió trabajo de albañil. El jueves tenía que presentarse en una obra pero nunca llegó. Era su segundo día e iba a ser padre de una niña porque su novia está embarazada. “Pagó por sus errores pero quería progresar. Tenía toda una vida por delante y no va a poder conocer a su hija”, contaron familiares a este diario.
El Sol