El mítico hotel fue construido con fondos de allegados al magnate Aristóteles Onassis y en menos de diez meses, la obra estuvo terminada. En diciembre de 1938 en medio de una gran campaña publicitaria y la presencia de un buen surtido de celebridades, entre los que se contaban algunos ex presidentes, abrió sus puertas del Hotel Termas El Sosneado, a la vera del Atuel, a 200 kilómetros de San Rafael en Mendoza.
Sin embargo las infinidades de historias en torno al abandonado hotel, que cerró sus puertas en 1953, tienen testimonios que hasta hoy retumban en leyendas transmitidas de generación en generación. Tal es el caso de Marcelo García, que sorprendido, escribió un libro sobre una espeluznante historia de Juan Domingo Perón. El escritor relata:
Durante décadas, la relación de Juan Domingo Perón con los alemanes -muy en especial, los nazis- ha sido un tema tabú. Insistentemente negado por sus propios seguidores y la historia oficial, sin embargo, hay sobrada documentación que demuestra que los lazos entre el militar que llegó a ser tres veces Presidente de la Argentina y los nacionalsocialistas establecidos en el país, han sido más fuertes de lo que muchos pudieron llegar a pensar. Hasta que llegó la traición.
En mi libro “La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler” (Sudamericana – 2017), hablo sobre este tema tan sensible para muchos argentinos, basando la información en papers desclasificados de diferentes fuentes y orígenes. En este artículo, en cambio, cuento sobre un curioso testimonio verbal conseguido en el mismísimo lugar al que fue asignado Perón tras su regreso de Europa en 1940.
Llegando a las ruinas del “Hotel Termas El Sosneado”.
Hace algunos años mientras visitaba la bella provincia de Mendoza, en la zona de Cuyo en Argentina, creí que valdría la pena recorrer el impresionante valle de El Sosneado. Nunca antes había estado allí y tras contactar con vaqueanos que conocían el mejor modo de transitar los complicados caminos de ripio y pedreguyo, luego de unas horas de largo e interesante viaje nos fuimos adentrando en un paisaje que parecía ser de otro planeta.
Los golpes de las enormes piedras a la vera del camino se hacían sentir en el piso de la vieja 4×4 Land Rover alquilada para llegar hasta allí, confirmando que hasta ese lugar no podía acceder cualquiera, de cualquier modo, circulando por serpenteantes caminos no exentos de algún peligro. Las horas de viaje se acortaron dramáticamente ante la belleza del entorno y casi hacia el final de la jornada comenzamos a divisar la derruída silueta de una extraña construcción en la lejanía.
Cuando nuestra 4×4 se fue acercando pudimos ver los fantasmales restos de un viejo hotel que casi invadía la ruta. Una hermosa construcción de piedra lugareña, de tres plantas, escaleras que antaño lucirían majestuosas, termas naturales y los techos derrumbados eran los mudos testigos de otros tiempos, de días dorados en un paraje al que no muchos se atreverían a llegar.
“El Hotel de los alemanes y Perón”, según la leyenda local, en el valle de El Sosneado.
Levantado a orillas del río Atuel, en el Departamento mendocino de San Rafael, el “Hotel Termas El Sosneado” había sido construído durante el año 1938 por la Compañía de Hoteles Sud Sudamericanos Ltda. – una subsidiaria de la empresa ferroviaria B.A.P.- e inaugurado en diciembre de aquel mismo año, contando con la presencia -inusual en tan remotos parajes- de muchas personalidades internacionales de entonces.
La extraña y particular vida del hotel de El Sosneado culminó súbitamente en 1953, cuando por razones desconocidas, sus puertas cerraron definitivamente y muchos de los secretos de tantas historias interesantes durmieron para siempre en la soledad de alguna de sus habitaciones. Pero como tantas veces sucede, alguno de esos secretos indescifrables, encriptados en la soledad del lugar, salieron a la luz y durante aquella jornada de asombroso recorrido por un valle excepcional, pude finalmente enterarme de qué se trataba, por casualidad.
Parte de la fachada del Hotel.
El viejo Hotel en la inmensidad del Valle de El Sosneado, circa 1938.
Frente a la destruída construcción, el chofer soltó su mano derecha del volante y como quien no quiere la cosa, señalando al hotel lanzó un comentario que no caería en saco roto:
“Acá es donde los alemanes le pagaban a Perón” – dijo como sin querer decirlo, al pasar, casi como se estuviera simplemente recordando las actividades habituales de viejos buenos vecinos del lugar.
Pocos metros más recorrimos de aquel pedregoso camino y cuando la 4×4 Land Rover se detuvo a un costado, una vez que el gentil conductor lograba “estirar” las entumecidas piernas, me acerqué para saber más…
“Hombre, ¿cómo es eso de que aquí le pagaban los alemanes a Perón?” – le dije.
“Y sí… cuando Perón volvió de Europa, mientras estaba destinado al regimiento de montaña en Mendoza, lo traían acá y le daban lo suyo” – sentenció sin anestecia el vaqueano, sin dudar.
“Eso es lo que siempre se supo por aquí” – remató con total seguridad.
Atravesando el valle hacia “el Hotel de los alemanes y Perón”.
Las termas naturales del Hotel en El Sosneado.
La historia de Juan Domingo Perón, su más que notoria simpatía filo nazi y la afirmación de su ideario tras su regreso de Europa en 1940, es bien conocida. Tampoco es un secreto que una vez instalado en Mendoza, supo rodearse de instructores “alemanes” -traídos y recomendados por él mismo- y que la inteligencia clandestina nazi, bien organizada en la Argentina de entonces, lo había contactado con el legendario nazi Ludwig Freude, el representante de Hitler en Sudamérica, según profusa documentación. Todo era historia, más o menos conocida, pero historia al fin.
Sin embargo, una cosa me llamó poderosamente la atención aquella tarde en El Sosneado, mientras yo apoyaba la bota en el costado del neumático de la 4×4 y oteaba a la lejanía la belleza incomparable e imponente del lugar.
Juan Domingo Perón en Mendoza.
Para ese hombre, descendiente de viejos vecinos de la zona, inocente y ajeno de todas las conspiraciones y maquinaciones de la historia, aquel “secreto a voces” de los alemanes que le pagaban a Perón en el hotel, no era novedad, ni llamaba la atención para un indiferente habitante de la zona. No había por qué no decirlo, según su modo de ver.
Para mí, en cambio, aquel comentario dicho al pasar, era casi una confirmación, un relato desinteresado que se había transmitido de boca en boca durante más de 70 años, una espeluznante historia lado B, con inusitadas e insospechadas consecuencias que llegan, incluso, hasta nuestros días.
Marcelo García
Historias Lado B