El régimen venezolano ya giró abiertamente a una dictadura, no hay chance de ocultarlo. Si Maduro se va habrá otra historia sobre la verdad de los negocios que se tejieron entre Caracas y Buenos Aires.

El Gobierno de Nicolás Maduro ya es oficialmente una dictadura. El régimen que creó Hugo Chávez y que le dejó en herencia a Maduro, primero al nombrarlo su vicepresidente y que cuando murió pasó a comandar el país tras haber amañado una decisión del Tribunal Supremo de Justicia, recorrió elección tras elección un camino de fraudes y mentiras. El domingo pasado la farsa institucional del chavismo llegó a un punto de no retorno y el fraude pasó del terreno de la denuncia y la sospecha al de la realidad.

Desde ahora puede calificarse al Gobierno de Maduro como una dictadura similar a la que fue la Jorge Rafael Videla en 1976 o de cualquier otro golpista transnochado. No hay diferencias a pesar que el kirchnerismo haga silencio o haya mandado a Caracas veedores disfrazados de demócratas.

El golpe que protagonizan Maduro, su esposa Cilia Flores o Diosdado Cabello va en camino a endurecer su violencia y sin embargo la supuesta progresía local sigue mirando para otro lado descaradamente. Tendrá que hacerse cargo la historia, por ejemplo, del hecho de que las Madres de Plaza de Mayo hayan enviado una carta de apoyo a Maduro mientras el venezolano por estas horas ordena secuestrar opositores a la luz del día con “grupos de tareas” que circulan por Caracas sin mayor preocupación. Sin embargo, el kirchnerismo sigue sin querer asumir que no hay diferencias ya con los Falcon verdes de Videla secuestrando argentinos por las calles.

Las imágenes del secuestro de Freddy Superlano, coordinador político del opositor Voluntad Popular, no dejan lugar a dudas. Superlano debe estar siendo torturado por estas horas en el tenebroso Helicoide, ese shopping frustrado que el chavismo convirtió hace años en el mayor centro de detención y secuestro de todo latinomamérica.

Todos lo saben y mucho más los socios locales de Maduro, pero silencio cubre los baches ideológicos que el kirchnerismo no puede explicar. Hasta ahora el mundo del peronismo K, con sus “especialistas” en Venezuela como Alicia Castro, había logrado articular al menos un escandaloso relato de defensa al régimen chavista.

Sobre esas mentiras se articularos acuerdos, fideicomisos, préstamos de Chávez a tasas usurarias, convenios de canjes de alimentos por combustibles que algún día la Justicia debería terminar de investigar. Son muchas las fortunas que se moldearon en Venezuela y Argentina a la luz de esos negocios. Hay fotos, mensajes, apoyos y traslados que dan cuenta de toda esa actividad que se disfrazó durante años bajo el ropaje de la “hermandad latinoamericana”, con la que el oficialismo de entonces mantenía entretenida a la “gilada” local, mientras los Guido Antonini Wilson entraban con valijas llenas de dólares.

La dictadura de Maduro no tiene salida. El problema más grave de las dictaduras no es cómo se entra, sino cómo se sale de ellas. El chavismo y las cupulas de las Fuerzas Armadas venezolanas no tienen resto ya para intentar aunque sea una tibia normalización del país que les permitiera sobrevivir o, lo que es igual, evitar la cárcel o la muerte en el futuro. Su horizonte le muestra hoy  la necesidad de mantenerse en el poder en medio de una guerra de sangre o partir al exilio, quizás en Cuba, a vivir el resto de su existencia bajo la tutela de otro dictador que bajó el ropaje de asilo le controla la vida y el dinero. Es el negocio que los Castro armaron en Cuba hace décadas con barrios selectos donde alojan/encierran a sus asilados.

Esos intentos no resultaron y hoy Venezuela es un territorio más parecido a Cuba que cualquier otro, con un sistema de doble moneda donde el régimen y los empresarios viven una vida y el resto del país otra.

De ahí que sea imprescindible no olvidarse de la historia de relaciones entre el chavismo y el kirchnerismo, muchas de las cuales lograron hasta ahora eludir la investigación judicial. Los 25 años de chavismo deben ser analizados, entonces, con atención por los manejos fraudulentos escondidos de una pseudo institucionalidad de casi tres décadas, que ya no puede esconder y hoy se transformó en una dictadura militar. El fraude esta vez fue imposible de ocultar y la ausencia de las boletas electorales de cada urna es la prueba más acabada de ello.

El peronismo histórico tuvo ayer su primera reacción para despegarse de cualquier confusión kirchnerista. Un grupo liderado por dirigentes que fueron protagonistas en el gobierno de Carlos Menem declararon su repudio al fraude en Venezuela. Eduardo Camaño, Jorge Remes Lenicov, Humberto Roggero, Miguel Ángel Toma, Jorge Marzkin y Oscar Lamberto, entre otros, pusieron allí su firma.

El silencio cómplice que mantiene Cristina Fernández de Kirchner hasta ahora quizás podría romperse el sábado cuando participe en México del cierre de un curso sobre “Realidad Política y electoral latinoamericana” organizado por el Morena de Claudia Sheinbaum. El nombre de ese seminario parece hoy un chiste de mal gusto, pero el evento podría servir también para dejar el claro la posición de cada representante frente al fraude de Maduro; al menos algunos se ilusionan con eso.

El impacto de una caída del régimen de Maduro podría ser letal para el oficialismo kirchnerista de las últimas décadas. Los países no tienen ideologías, tienen intereses. Sa frase que suele recorrer Cancillerías del mundo fue utilizada por Cristina Fernández de Kirchner también en julio del 2015. En un acto ante jóvenes en la Casa Rosada le respondió a quienes criticaban las extrañas relaciones comerciales que el kirchnerismo había mantenido con el exterior. “No hay ideologías sino intereses concretos. No hay amigos-enemigos, hay intereses”, dijo

En esas categorías entraba de lleno el chavismo que había ejecutado con Argentina préstamos a tasas siderales, pero aceptadas en la Rosada porque venían del amigo bolivariano y no del FMI, fiduciarios de compensación entre combustibles venezolanos imperfectos para nuestras centrales térmicas y alimentos que enviaban a Caracas y hasta asistencias financieras oscuras, como la que había estallado años antes con el valijero Antonini Wilson.

Los papeles y las pruebas de esas operaciones están bien guardadas en los despachos de Venezuela. Hay fotos múltiples de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Cristina Kirchner, Julio De Vido, Claudio Uberti, que muestran claramente el festejo institucional en cada uno de esos anuncios. La Justicia argentina pidió esas pruebas en varias ocasiones, nunca llegó nada desde Caracas. 

El miedo ahora para el kirchnerismo es que los cajones de esos escritorios se abran ante un posible cambio de era en Venezuela y que ahí la epopeya terminen impactando también en nuestro sistema político.

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