Con mucho empuje y contundencia, el Real de Zidane se impuso merecidamente 2-0 al Barcelona y es el nuevo puntero de La Liga. Vinicius y Mariano, los goles. Messi tuvo dos claras pero no pudo convertir, y se fue amonestado.
Las características de los jugadores definen esquemas y también situaciones. Fueron las del Real Madrid las que se impusieron a las del Barcelona. Ya de entrada el planteo de Quique Setién desnaturalizó el alma máter del Barsa. Arthur y De Jong, como externos gran parte del juego, no cumplieron con algunos requisitos básicos del 4-4-2: poco recorrido por ambas bandas, demasiada posesión intrascendente y apenas Arturo Vidal con capacidad para romper líneas de manera constante (Arthur lo hizo muy poco y en una se fue solito y perdió con Courtois).
Si lo gano el Madrid fue porque no se descontroló en un primer tiempo en el que el Culé tuvo más el balón y más tarde golpeó en los puntos débiles del rival. No fue casualidad, entonces, que los goles llegaran desde los extremos, con Vinícius y Mariano ganando la zona entre el lateral y central. Porque si bien Setién les dio ayuda a los laterales con dos volantes por delante, ninguno siente el retroceso ni el jugar cerca de las líneas, lo que terminó haciendo a un Barcelona débil por afuera, lento por el centro y con dos delanteros totalmente desconectados.
De hecho, el partido de Messi se pareció al de las peores épocas de la Selección. A Leo se lo notó desencantado con su equipo y jugó en posiciones poco habituales. Más de una vez agarró el balón en posición de ocho, totalmente inofensivo para el Madrid. ¿Chances de gol? Tuvo dos corridas, en las que se lo notó sin su máxima explosión: una la atajó Courtois y la otra le ganó Marcelo en velocidad.
Antes de los goles, Ter Stegen ya era figura con algunas atajadas espectaculares, como una volada a mano cambiada que le sacó a Isco. El 2-0 terminó siendo justo por agresividad, planteo táctico y regularidad. El Barsa sigue en un mar de dudas.