El 17 de marzo el gobernador Rodolfo Suarez informó a la una de la tarde que tomaba la decisión de blindar Mendoza. El coronavirus ya era pandemia mundial y nuestra provincia era una puerta de ingreso franqueable para el Coivd-19. El paso Los Libertadores y el aeropuerto Francisco Gabrielli otro colador. Desde ese decreto 390, comenzó a mandar a cuarentena a cada persona que venía de afuera. Se iniciaba la guerra local contra el enemigo invisible.

En realidad, las primeras medidas defensivas ante el inminente ataque del virus, se tomaron el 12 de ese mes, y afectó a los fubtoleros y los corredores porque se prohibieron eventos masivos, y quedaba sin público el partido Godoy Cruz-Boca; no se habilitaba la media maratón y hasta quedaba sin efecto el Rally de las Bodegas. Incluso comenzaban los controles en Desaguadero, para reportar casos sospechosos al Ministerio de Salud.

Las clases continuaban, por cierto.

Pero el 19 de marzo, dos días después del decreto de Suárez, el país todo ingresaba en medidas más drásticas, aun. El Presidente Alberto Fernández nos ordenó un aislamiento social que hizo comprender la magnitud del problema que se avecinaba. El mundo, para ese día, tenía 158 países con al menos un positivo, y más de 220.000 personas enfermas. Por entonces, eran nada más (nada menos, entonces) que 8.000 muertos por coronavirus.

Hoy la cifra de positivos superó largamente los 2 millones y medio, y ya murieron 180.000 en el planeta.

Sin embargo, así como crecieron exponencialmente los números a nivel mundial, claramente las medidas que tomaron nuestros gobernantes, impidieron que que se elevasen en la misma proporción los números locales.

En Argentina, el 19 de marzo había 97 infectados, y 3 fallecimientos por Covid 19. En Mendoza, para esa fecha, ningún caso.

Pero todo llega, y así el propio Rodolfo Suarez daba cuenta el 21 de marzo, 9 días después de sus primeras medidas, que había una persona con coronavirus en la provincia. Ese imborrable mediodía de sábado, nos enterábamos de una mujer de 62 años que había estado en Italia y que ahora estaba aislada, al igual que sus contactos más cercanos. Luego se confirmaron en total 5 contagiados, en las horas sucesivas.

Se comprobaba que había sido un acierto que cinco días antes, el gobierno mendocino hubiera decidido mandar a cuarentena a los que venían de afuera. Basta pensar en aquella mujer de 72 años que se contagió de su propio hijo: era madre de un ingeniero mendocino que vive en San Pablo, estuvo de visita en la provincia (y confirmó que tenía coronavirus cuando volvió a Brasil).

Los resultados demoraban, por entonces, porque eran enviados al Malbrán; pero se repetía el patrón en el nexo epidemiológico. Por ejemplo, el hombre de 76 años que también dada positivo, había llegado de España.

Basta decir que de los primeros 8 positivos, 7 habían llegado de otros países, y uno por contacto estrecho con alguien que vino de otro país.

Los muertos

Desde que Suárez aisló Mendoza hasta que se dio el primer fallecido por el virus en la provincia pasaron 10 días. Se trató de un hombre de 81 años que había estado en un crucero. Para entonces, sólo 9 personas habían dado positivo.

La segunda muerte ocurrió una quincena después de aquellas medidas preventivas. El 1 de abril falleció un hombre que llenó de interrogantes a todos: tenía 73 años y ningún nexo epidemiológico con países en riesgo.

Sin embargo, se despejaron los temores a un caso autóctono que reflejara que el virus ya circulaba en las calles mendocinas, cuando se supo que la víctima había ido a Mar del Plata, por lo que se creyó que se contagió en aquella ciudad. En ese momento, teníamos sólo 25 contagiados en la provincia.

Un día después, muere el artista Juan Giménez, 76 años de edad, y recientemente llegado de España, donde se contagió letalmente.

Hasta ahí, eran todos adultos mayores, pero la sorpresa fue el 7 de abril con la edad del cuarto fallecido en nuestras tierras. Un hombre de sólo 44 años de edad. También, recientemente arribado de España.

“No sabemos aún si era obesidad mórbida pero sí tenía un sobrepeso importante. Era obeso. No quiere decir que esto haya complicado su situación, pero es el único factor de riesgo que presentaba”, dijeron los que lo atendieron, como para hallar explicación a una fatalidad tan joven.

Ese día, en Mendoza había 31 casos positivos: 26 que habían estado en el exterior, y 5 por contacto estrecho con viajeros. Argentina tenía 1.628 pacientes contagiados.

Pasó otra semana hasta llegar al quinto fallecido. El 14 de este mes se informa la muerte del extraño caso del hombre de 85 internado en Malargüe. En nuestras tierras había 59 casos confirmados, 35 importados, 24 por contacto estrecho. Pero el de este hombre no se sabe con quién ni cuando ni cómo.

Las mismas dudas surgieron horas después, cuando muere un hombre en General Alvear, con residencia en Jaime Prats (San Rafael). Tenía 74 años y muchas patologías previas, confinado en su casa; es decir, sin viaje ni contacto con sospechosos. El pueblo está demasiado alejado de todo como para pensar en alguna explicación foránea.

Esa semana fallecería un hombre de 62 años, que había estado en Cuba con algunos amigos. Todos estuvieron en aislamiento preventivo, tal cual marcaba el decreto 390 de Suárez, por lo que no había razón para pensar en contagios a terceros.

Hasta entonces, para duplicar el caso de positivos, Mendoza había tardado una quincena. Y de los 68 confirmados hasta ese 18 de abril, 38 habían llegado de otros países (más de la mitad, y sometidos a aislamiento).

Eso era un dato que generaba la certeza de que se habían tomado medidas a tiempo. Inclusive al comparar los números con los nacionales. Porque ese día en Argentina había 2.758, y las personas que habían vuelto del exterior llegaban al 31%.

La octava víctima fatal fue un hombre de 90 años, con estrecho contacto con persona que había dado positivo.

La ventaja de una provincia que se aisló

Es decir, estamos en una provincia que al tomar medidas aislantes incluso antes que la Nación, impidió en forma temprana que el virus generase contagios y muertes por circulación local.

Esto es lo que dicen esos números: En Mendoza, más de la mitad de los contagiados son personas que vinieron del exterior, mientras en el país representan sólo un tercio del total.

Lo que habla bien del decreto 390 de la Gobernación porque los que pasaron por Libertadores o el aeropuerto desde el 17 de marzo, indefectiblemente fueron enviados a cuarentena.

Esto explicaría la no comprobación de casos autóctonos.

Aun así, no hay que descartar bajo ningún punto de vista la circulación local del virus. Lo que hay que pensar, eso sí, es que los contagios no fueron masivos porque las medidas de aislamiento social han sido mayoritariamente respetadas.

Relajarse a partir de estos primeros datos estadísticos, puede ser trágico. Tanto o más como exagerar en los cuidados. Porque la provincia de Mendoza ha dado muestras de madurez cívica y responsabilidad social, en la mayoría de sus habitantes.

Se entiende, a su vez, que los fallecidos han tenido alguna patología que implicó, seguramente, la imposibilidad inmunológica de superar las disfunciones generadas por el Covid-19.

Pero no puede resultar este repaso otra cosa que no sea, por un lado, la confirmación de que las autoridades tomaron medidas a tiempo, y un estímulo para hallar en este marco alentador un espacio para retomar actividades sin temores exagerados.

Habría sido dañino haber dejado abiertas las fronteras sin revisión ni cuarentena a los que llegaban, como lo sería creer que debemos seguir encerrados absolutamente todos por tiempo indeterminado.

El equilibrio entre la sabiduría expuesta en la prevención y la inteligencia en las medidas de flexibilización, debe tener como parámetros los siguientes elementos que surgen de sólo hacer un raconto de los fallecidos e infectados:

El virus no ha matado a nadie, al parecer, por circulación autóctona.

Los fallecimientos se dieron en personas con edades o patologías de base que aminoraron las defensas del sistema inmunológico de las víctimas.

El cumplimiento de la cuarentena a la que se vieron sometidos los que llegaban del exterior, disminuyeron abruptamente las posibilidades de generar nexos epidemiológicos.

Ahora, habrá que tomar decisiones gubernamentales basadas en esas comprobaciones, que posibiliten con la misma precaución evidenciada desde la primera quincena de marzo, avanzar a una reactivación socioecónomica sobre terreno seguro, sin especulaciones fantasiosas ni temerarias, pero sin paranoias infundadas ni apocalípticas. 

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