Según una reciente encuesta del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) con muestras a nivel nacional, 4 de cada 10 argentinos no pueden dormir bien a causa de los problemas económicos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 40% de la población del planeta duerme mal. “Poco”. “Entrecortado”. “Sin sentir haber descansado”.
En el marco del Día Mundial del Sueño, que se celebra cada 17 de marzo, el dato sobre el mal dormir en estas tierras surgió de un estudio del Departamento de Opinión Pública de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).
La investigación –en base a una encuesta cuantitativa realizada en febrero a 1.000 residentes en Buenos Aires y Rosario– indagó sobre cuánto dormimos, cómo dormimos, qué hace que no durmamos y hasta con quién y en qué tipo de colchón.
Cuánto dormimos y cuánto deberíamos dormir
Seis de cada diez respondieron que duermen entre 6 y 8 horas por día. A ese 57,8% le sigue el 26,7% que duerme entre 3 y 5 horas. Y en los extremos están quienes pasan la barrera de las deseables 8 horas, el 10,7%, y quienes apenas cierran los ojos menos de tres horas, el 4.8%.
Cuán “mal” hace dormir menos de 8 horas
Según la OMS, lo ideal en personas adultas es superar las 6 horas de sueño. Dormir menos de eso es considerado un trastorno del sueño.
Dormir menos de 8 horas, ¿es insomnio?
No necesariamente. Insomnio “es la dificultad persistente para iniciar y/o mantener el sueño, a pesar de contar con oportunidad y circunstancias adecuadas que afecta la calidad de vida”, explica Valeria Caracoche, neuróloga de la Unidad de Medicina de Sueño de Fleni que no participó del estudio de la UAI.
Uno de los grandes problemas de dormir mal es que a muchas personas les parece normal. Pero porque es probable que quien tenga al lado esté pasando por lo mismo. Llegan al trabajo con ojeras y café en mano y comparten livianamente frases como: “Hace semanas que duermo mal” o “no me podía dormir”.
El buen dormir es sólo uno de los pilares de una vida de bienestar, junto a una alimentación saludable y la actividad física. Pablo López, psicólogo y coordinador del Programa de Tratamiento del Insomnio del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) y director de la Carrera de Psicología de la Universidad Favaloro, hace una ecuación que resulta razonable en la adopción de buenos -y malos- hábitos.
“Si duermo mal, es probable que coma mal. Si como mal, tengo más chances de padecer problemas metabólicos. En la combinación de esos factores se puede observar un riesgo mayor”, explica López. “No puedo decir que el insomnio causa necesariamente enfermedades cardiovasculares o diabetes tipo dos. Pero sí se observa que una persona que duerme mal tiende a tener una dieta con más calorías y llevar una vida más sedentaria”.
El psicólogo observa que las consultas sobre problemas del sueño se van postergando y llegan de forma tardía. “Supongamos que una persona tiene insomnio y trastorno de ansiedad, puede mejorar éste último pero no mejorará el sueño. Dentro de las consultas, el trastorno más frecuente es el insomnio”, agregó.
La lista de consejos para una higiene -inicio y mantenimiento- del sueño es larga, pero puede resumirse en algunas premisas básicas, según González Cardozo. “Hay que intentar mantener horarios regulares, evitar siestas prolongadas -no deben superar los 20 o 30 minutos- y bajar la estimulación lumínica dos horas antes de dormir. La luz brillante de las pantallas afecta negativamente a la secreción de melatonina en los seres humanos. Eso puede llegar a provocar insomnio debido a la alteración del ritmo circadiano”, aconseja el médico, junto a otras pautas de alimentación y ejercicio.